"Vértice verde de tierra
indómita, el volcán Rano Raraku, de cuyas laderas fueron cincelados y extraídos
los moai, es un espectáculo sublime, un regalo para los sentidos; las estatuas
semi esculpidas aún adosadas a la roca, el lago dador de vida en su interior, y
sobre todo aquellas enormes cabezas inclinadas, asomando de las entrañas de la
tierra, vigilando los vientos, saludando al caminante, sonriéndole y
susurrándole letanías que se cantaban en ese centro mágico durante extrañas
ceremonias en un pasado no tan remoto. Es uno de los lugares más místicos de la
isla, al que me llevaron a ver el amanecer en mi primer viaje, aquel en el que
tuve la fortuna de dar un rumbo desconocido a mi vida, y nunca pude quitarme de
mi olvidadiza retina aquel sol gigante saliendo por entre los quince imponentes
moai del ahu Tongariki, visibles desde allí mismo. No, definitivamente
hay lugares que no pueden ser olvidados." Rongorongo
La cantera de toba volcánica de los moai, el volcán de Rano raraku, es uno de los lugares más bellos de la isla. Además de simple cantera, era un lugar donde se desarrollaban múltiples actividades, y cuenta de ello dan una enorme cantidad de estructuras domésticas que se hallan en sus alrededores, como casas (hare paenga), hornos para cocinar (umu pae), gallineros (hare moa) e invernaderos (manavai). Además, se han encontrado indicios, como restos de kie'a (un pigmento rojizo que se usaba en ceremonias) de que fue un importante centro ceremonial. El lugar es descrito en el último capítulo de Rongorongo. Textos: Rongorongo
Rano Raraku. Foto: Alex Guerra 2005 |
"De los casi mil moai
que habían sido catalogados en toda la isla, unos cien se encontraban en aquel
impresionante trozo verde de tierra, el volcán Rano Raraku, de cuyas laderas
habían sido cincelados y extraídos absolutamente todos ellos. Era un
espectáculo sublime ver algunas estatuas semi esculpidas aún adosadas a la
roca, y sobre todo maravillarse con aquellas enormes cabezas inclinadas,
saliendo de las entrañas de la tierra, vigilando los vientos, saludando al
caminante, sonriéndole y susurrándole algunas de las letanías que con certeza
se cantaban en ese centro mágico durante extrañas ceremonias en un pasado no
tan remoto."
Rano Raraku. Foto: Alex Guerra 2005 |
"Honu me explicaba, entre algunas manifestaciones de
éxtasis a las que me iba acostumbrando, que después de Orongo éste era el lugar
más hermoso y especial de la isla. Me había traído a ver el amanecer en mi
primer viaje, aquel en el que tuve la fortuna de conocerle para dar un rumbo
desconocido a mi vida, y no había podido quitarme de mi olvidadiza retina aquel
sol gigante saliendo por entre los quince imponentes moai del ahu Tongariki,
visible desde aquí mismo donde nos encontrábamos en este instante que me
refrescaba tan gratos recuerdos. No, definitivamente este lugar no podía ser
olvidado."
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