El jueves 20
de setiembre presenté Rongorongo en
la Biblioteca Provincial de Almería, Villaespesa,
en el marco de las actividades regulares de la misma con su Club de Lectura. El
acto, que en principio debía desarrollarse a las 8 de la tarde, coincidiendo
con la hora habitual del Club, no dejó de contar con cierta circunstancia
curiosa. Es una ciudad donde la oferta cultural es más o menos escasa, el mismo
día, a la misma hora, Almería acogía al famosísimo, archiconocido psicoanalista
argentino Jorge Bucay, autor de
numerosos libros de sanación y crecimiento personal, estilo auto ayuda, con
millones de seguidores en todo el mundo. Como os podréis imaginar, cuando lo
supimos pensamos inmediatamente en cambiar el día de mi presentación, pero eso
resultaba imposible en las fechas que nos dimos cuenta de la coincidencia, así
que optamos por adelantar la hora, de manera que las personas interesadas en ir
a escuchar la charla de Bucay (que obviamente despierta mucho mayor interés que
una autora desconocida), pudieran también (si así lo deseaban) asistir a la
presentación de Rongorongo. De manera que bueno, el evento ya se presentó con
algunas dificultades desde un principio, lo que no suele ser muy buen presagio.
Vista general de la biblioteca de Villaespesa al comienzo de la presentación |
Momento de la presentación, con Vicente Gómez |
Sin
embargo, debo decir que la excelente
organización llevada a cabo por Francisca
Cruz (directora de la biblioteca) e Isabel
López (asesora técnica), permitió que todo corriera con absoluta
normalidad, e incluso me sugirieron el nombre de alguien que yo no conocía, un
escritor estrenado en el 2011 con un libro de relatos cortos, La huella de los libros, para que realizara la presentación:
Vicente Gómez Escámez. Un almeriense que no
sólo leyó el libro rapidísimo (le llegó bastante tarde… problemas en correos…
esto no pintaba nada bien), sino que realizó un comentario muy exhaustivo y
bello del mismo, y con toda generosidad promovió el acto en su ciudad y entre
las personas que conforman el Club de
Lectura de la biblioteca, donde participa, atrayéndoles hacia el mismo,
cosa que agradezco enormemente pues me encontraba en una ciudad donde, para
colmo, prácticamente no conocía a nadie (y casi nadie conocía mi libro,
lógicamente). Vamos, que todo parecía apuntar al total fracaso, aunque por esas
cosas de la vida, como dije antes, las personas que de forma desinteresada y entusiasta
se involucraron en la organización del evento, consiguieron lo que yo llamaría
casi un milagro: una asistencia más que aceptable en términos de cantidad, y
extremadamente cálida y simpática en cuanto a calidad, supongo que propiciado
por el hecho de que la mayoría se conocían entre sí.
Momento de la presentación, con Vicente Gómez |
Carmen Sánchez y Luis Garrido |
Comenzó Paqui (Francisca Cruz) presentándonos y
siguió Vicente presentándome,
comentando algunas cosas sobre mí y sobre el libro, que como comenté antes, fue
realmente excepcional. Luego, como suelo hacer cuando hablo de la Isla de
Pascua, pasamos un pequeño vídeo con un fragmento del himno rapanui, el I'He A Hotu Matu'a, detalle que quizá
para nosotros en España carezca de significado, pero que es relevante para los
habitantes de la isla. Por eso, en señal de respeto, acostumbro a abrir los
actos con un minuto de esta hermosa música, para acto seguido pasar a explicar
algo sobre la escritura rongorongo, los
problemas para conocer su origen, datación, posibles significados y las
investigaciones en curso. A veces es difícil hablar tanto de las tablillas rongorongo, para llegar a la conclusión de que por mucho que
disertemos, poco hay para decir en concreto sobre estos temas de los que tanto
se ha especulado. Un verdadero enigma de improbable solución, que me llevó a
elegirlo como telón de fondo para Rongorongo. Tras ello, pasamos el BookTrailer (un trabajo sencillo pero que define la
esencia del libro) y entramos de lleno con Vicente y el público (que fue
generoso en planteamientos y preguntas sobre la isla y el libro) a hablar de
los entresijos de la novela, y algunos aspectos de la cultura rapanui.
Dedicando a Isabel María Pérez |
La de
ayer fue la quinta presentación de Rongorongo, después de dos en Barcelona
(Versalles y Excellence), la de Bibliocafé de Valencia y la de librería
Escarabajal de Cartagena, la tercera de esta pequeña gira que emprendí el 14 en
Valencia y que me llevará aún un poco más hacia el sur de la geografía
española. Antes comenté que no conocía a prácticamente a nadie en esta ciudad,
pero eso no significa que algunas personas, conocidas básicamente a través de
la red social que todos sabemos, no hayan acudido a saludarme y escuchar sobre
de la novela. Así, he tenido el agrado de ver caras amigas, y de conocer
personalmente por fin, a personas como Luis
Garrido, Isabel María Pérez, Melissa Carmona (quien además me hizo
una simpática entrevista para el programa radiofónico Candil Insólito), Adela
Marsan, Juan Salvador, Carmen Sánchez y Tomás Portero. Muchísimas
gracias a todos vosotros, por haber venido de todas maneras, a pesar de que
muchos hubierais querido aprovechar la charla de Bucay el mismo día. Y espero
sinceramente que haya sido una grata experiencia para vosotros, al igual que lo
ha sido para mí. Yo creo que el buen desarrollo de esta presentación lo debo
por entero a Francisca Cruz, Isabel López y Vicente Gómez. Un agradecimiento especial a Luis Garrido, y a Carmen Sánchez
por facilitarme temas personales en la ciudad. Muchas gracias a todos. Mauru’uru
korua!
CRÓNICA PRESENTACIÓN (Melissa Carmona)
ENTREVISTA CANDIL INSÓLITO (Melissa Carmona-min47)
Entrevista para Candil Insólito, con Melissa Carmona |
Firmando un ejemplar para la Biblioteca |
Vista general durante la presentación |
Presentación de Vicente Gómez Escámez
Rongorongo. La primera vez que escuché esta palabra, no
hace más de un mes, quedó bailando en la memoria como un barco a la deriva,
apareciendo y desapareciendo del subconsciente, pero aferrada a la incipiente
curiosidad que sentía por saber algo más de ella. Sin esperar el libro que
debía leer en breve para presentarlo en este acto, ingresé sus diez caracteres
en un buscador de internet y buceando en su abismo, encontré algunas pinceladas
sobre su significado. Cambiando de una página a otra, encontré la de su autora,
un blog centrado en los misterios de la isla de Rapa Nui, entre otros. Su
nombre, Alex Guerra Terra ya me pareció un juego fonético heterodoxo y me
propuse memorizarlo al igual que la palabra mágica, el título de su libro.
Ahora Rongorongo es un término familiar, que recorre la casa como un juego
divertido. Incluso, los niños, la ronronean como gatos enroscados en un moai
imaginario. Y si mi mujer no me hubiera atravesado con aquella mirada asesina,
nuestro hijo de ocho meses la llevaría tatuada en el brazo izquierdo. Sí, ahora
reconozco que siento una curiosidad inmensa por el significado de las kohau,
las tablillas rongorongo, cuya interpretación aún permanece rendida al misterio.
Cuando comencé la lectura del libro, no contemplaba
dejarme seducir tan sutilmente por la historia que se adelanta en las solapas
azules, sino que me propuse esperar a su final, aunque conforme avancé en sus
páginas, la imaginación se fugó sin solución, como un pájaro que ha descubierto
una rendija en la jaula que le aprisiona. La Isla de Pascua o Rapa Nui, se hizo
presente en todos sus frentes, reconozco que me obnubiló, me atrapó como lo
hace la quimera de una tierra extraña y recóndita. Me fascinaron la descripción
de las playas que contemplan los propios ojos de los moai, esas estatuas o
esculturas omniscientes repletas de mana, su fuerza espiritual, o las puestas
de sol infinitas, salpicadas de silencio y aire de renacimiento. Tal vez, el
estilo de vida de los rapanui, los habitantes de la isla, se acerque más a una
insólita historia de aventuras que nuestros abuelos nos susurraban al oído y
nos parezca todo un sueño, una fantasía maravillosa. Y eso, Alex, sabe
plasmarlo en cada una de sus páginas, renglón por renglón, a pesar de que parte
de la historia se desarrolle fuera de la isla, ya sea en Santiago de Chile o
Barcelona. Durante y después de la lectura, la curiosidad me ha llevado a
investigar sobre aspectos que jamás se me hubieran ocurrido sin el impulso de esta
lectura tan sugestiva, la ubicación geográfica exacta de la isla y su enorme
distancia con la costa chilena, la orografía, la forma de vida de sus
habitantes, su cultura y costumbres, las señas de identidad y sus secretos (la
escritura rongorongo y los moais, esas esculturas que han hecho famosa a la isla).
Si fuera mujer, tal vez me habría enamorado del
protagonista, y buscaría en cada hombre todos y cada uno de los rasgos que
caracterizan a Honu, la imagen fiel del hombre rapanui en el libro. Pelo largo
negro y revuelto, piel bronceada por afeites aromáticos y músculos tensos,
abdomen moldeado por los propios dioses. La belleza de los rapanui, es reflejo
de la propia naturaleza de la isla, de la libertad con la que se gobiernan
desde bien pequeños, del aprendizaje de su lengua y costumbres, y de los ojos
con los que miran el mundo, con respeto y sosiego, con un tempo que los que nos
llamamos occidentales perdimos hace años y echamos de menos sin saber cómo
volver a soñarlo.
¿Si he imaginado un viaje allí? ¿Cómo no? En lugares
como la playa de Anakena, un centro ceremonial y espiritual, conglomerado de
arena blanca y palmeras de frutos rebosantes y moais imponentes, volvemos a ser
nuestra propia esencia, la verdad decente del hombre.
Tal vez, con el final del libro eché en falta una referencia al rol femenino en la cultura rapanui y la imaginé como una ola sensual, como la brisa constante que llega desde el mar sin alterar la belleza que le rodea, y por ello buceé hasta encontrar un dato curioso y significativo. La mujer tiene una función reproductora mientras el hombre la tiene procreadora. El matiz es importante. Efectivamente, la sociedad rapanui ha sido y es, fundamentalmente patriarcal, pero la importancia de la mujer no es menor, al contrario, se le reconoce como transmisora de las costumbres rapanui. Un ejemplo, en la Isla de Pascua, el juego que consiste en enredar un hilo entre los dedos formando figuras, recibe el nombre de kai-kai, y se acompaña con un canto que relata un hecho o creencia tradicional relacionado con la figura que se está construyendo. También puede representar elementos de la isla que tienen importancia para los nativos. El canto debe terminar simultáneamente con la aparición de la figura completa. Los recitativos de los kai-kai de los rapanui, son transmitidos por vía femenina, fundamentalmente. Las mujeres son las principales conocedoras, preservadoras y divulgadoras de la cultura de sus antepasados, legado del que se muestran muy orgullosas.
Tal vez, con el final del libro eché en falta una referencia al rol femenino en la cultura rapanui y la imaginé como una ola sensual, como la brisa constante que llega desde el mar sin alterar la belleza que le rodea, y por ello buceé hasta encontrar un dato curioso y significativo. La mujer tiene una función reproductora mientras el hombre la tiene procreadora. El matiz es importante. Efectivamente, la sociedad rapanui ha sido y es, fundamentalmente patriarcal, pero la importancia de la mujer no es menor, al contrario, se le reconoce como transmisora de las costumbres rapanui. Un ejemplo, en la Isla de Pascua, el juego que consiste en enredar un hilo entre los dedos formando figuras, recibe el nombre de kai-kai, y se acompaña con un canto que relata un hecho o creencia tradicional relacionado con la figura que se está construyendo. También puede representar elementos de la isla que tienen importancia para los nativos. El canto debe terminar simultáneamente con la aparición de la figura completa. Los recitativos de los kai-kai de los rapanui, son transmitidos por vía femenina, fundamentalmente. Las mujeres son las principales conocedoras, preservadoras y divulgadoras de la cultura de sus antepasados, legado del que se muestran muy orgullosas.
En algún momento, se me pasó por la cabeza presentar
este libro desde otra voz que no es la mía, desde una encerrada en piedra de
mirada altiva y embelesadora, como una diosa de la fertilidad, imperecedera al
transcurrir del tiempo. Y es que entre los muchos centenares de moais
repartidos por la isla, sólo uno de ellos, y no he encontrado un motivo que
resuelva el misterio de su porqué, representa a una mujer. Su belleza se
encierra celosamente en el museo de la isla, tal vez para preservarla de la
intemperie y otros avatares climatológicos, de la mirada abrupta, anónima y
vulgar de los extranjeros que arriban a la isla o de la propia barbarie que
trajo la mal llamada civilización que, a causa de guerras intestinas, consiguió
diezmar la población de La Isla de Pascua. Durante aquella luchas, los moais
fueron tumbados boca abajo para hacer huir su mana y vencer al clan enemigo.
A veces pienso que aquella moai fue la enamorada del
primer rey rapanui, el akiri Hotu Matua, que quiso que su belleza no languideciera
y la petrificó en el cénit de su esplendor y así quedar para la eternidad, como
el nombre de la isla de Pascua o Rapa Nui en su propio idioma Te pito o te
henua, El ombligo del mundo.
Vicente Gómez Escámez
Autor de “La huella de los
libros”
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